INAUGURACIÓN 17 de Septiembre.

Esta exposición postula la individualidad de un colectivo  que con una trayectoria de más  de 40 años  caminando juntos en pertenencia a diversos grupos icónicos de Costa Rica, de nuevo se encuentran para compartir a través de sus obras, un territorio foráneo al que  rinden con generosidad y acierto, un dialogo personal  de tú a tú con  la Torre Sur del Museo Siglo XXI.

Las obras que engloban esta curatoría, recorren  singularidades  de lenguajes como el videoarte de Ana Isabel Marten, el conceptual de Fabio Herrera o la contemporaneidad de Mario Maffioli.  Tres nombres propios” , se concibe como un territorio en transito creativo y una producción ad hoc que los tres artistas Ticos han venido desarrollando  durante apenas dos semanas en el museo. 

Mientras Fabio Herrera ha generado un lenguaje conceptual que parte del hueco como territorio actual que evoca al vacío, Mario Maffioli se adentra en lo que podríamos llamar mapas arquitectónicos del paisaje íntimo. Por su parte Ana Isabel Marten, explora el universo cuántico de las energías, su deriva hacia una universalidad de afectos vibratorios que incorporan sonido y luz desde una instalación que dialoga como espejo de sí misma en la planta baja del Museo.

Destacar que la individualidad de cada uno de estos creadores, les permite la libertad de explorar sus universos personales, los afectos o preocupaciones  de un aquí y ahora activos, que interpelan en general a un discurso en búsqueda de lenguajes nuevos,  por momentos crípticos, que resuelven de alguna manera un contexto post-Covid.  La necesaria revisión de lo que será el arte en los próximos años y su capacidad de incorporar nuevos paradigmas al futuro que tendremos que habitar, es el aporte que nos llega de este grupo de artistas Centroamericanos al todavía inhóspito contexto decolonial Europeo.  Esta exposición, brinda la posibilidad de realizar un ejercicio de escucha que revisione desde postulados  críticos nuestra narrativa actual del arte, permeando un lenguaje sutil que nos confronte con el discurso establecido.

La tradición del contexto artístico de Costa Rica en contraste con el territorio convulso Centroamericano, podría dar a equivoco en cuanto al compromiso político del arte Costarricense, muy asentado en el paisaje, la naturaleza, la belleza, muchas veces tildado de inocuo y falto de conexión con las realidades conflictivas de Centroamerica. Este paradigma, puede verse también a raíz de esta exposición, como un acto político subversivo que revierta esta errada concepción con el que la crítica ha confeccionado una narrativa al arte Costarricense. La mirada hacia el territorio de este paisaje que nos ofrece Tres nombres propios”, ha tenido que recorrer más de 40 años para que el mundo cambie y ponga en escucha las derivas del cambio climático, el necesario enfoque de conciencia con la ecología, la biodiversidad o los saberes originarios que estos tres artistas siempre han defendido. 

FABIO HERRERA | EL HOYO Y LA PIRAMIDE

El trabajo que se presenta en esta sala, es el resultado de una propuesta de diálogo de Fabio Herrera con el contenedor de Zapadores Ciudad del arte. En ella el artista ha investigado desde un lenguaje conceptual la oquedad, el vacío, el hueco como incursión discursiva sobre un aquí y un ahora. Su creación conceptualiza una serie de materiales recuperados, conectándose no con la filosofía del reciclado, sino con el rescate, la reutilización y una perspectiva que profundiza en el exceso, la acumulación y la sobreexplotacion de recursos de la sociedad que habitamos.  El recorrido propuesto nos coloca desde la primera pieza en el conflicto de la decisión, qué camino tomar es la primera encrucijada, derecha o izquierda no son lo mismo, o nos adentramos en el juego del brutalismo, o revisitamos una concepción de la huella universal del triangulo que puede ser por veces una pirámide, por veces el ojo de Dios, o una simbología feminista con el triangulo invertido. Las capas de visión, se conflictúan con la apariencia casual de que nada sucede, es preciso, entablar otra perspectiva, conectar los símbolos, curiosear e interrelacionar la obra frontal con memorias en las paredes, las columnas que nos permita avanzar hacia el nombre propio que Fabio Herrera representa.

Esta instalación resuelve desde una perspectiva originaria, atravesada por su conciencia como Olmeca, que existe otro paradigma desde donde construir un lenguaje artístico. La pirámide como acervo asertativo de que otrora preexiste en el universo cuántico que vivimos y del que no somos conscientes. Tiene la obra de Fabio un profundo componente intelectual que profundiza con apariencia de ligereza, esa percepción indígena, hábil, inteligente que resuena en la controversia de los discursos aprendidos de la historiografía del arte, y que Herrera muy inteligentemente pone sobre un tablero que invita a un juego, que es en sí mismo un reto mental con el espectador.  Sus obras se ven afectadas por su trayectoria que ha incursionado en los diferentes lenguajes contemporáneos del arte y que dan fe de una inequívoca actitud vital e inquieta hacia nuevas narrativas y lenguajes lúdicos, no por ello vacíos de contenido.

Fabio Herrera es miembro cofundador del Grupo Bocaracá, importante agrupación cultural que supo romper con la pasiva tradición de la plástica, siendo hasta el momento todo un hito en la plástica costarricense. Bocaracá se ha caracterizado entre otras cosas por la búsqueda de nuevas propuestas artísticas que sus integrantes le han sabido implementar. El trabajo de Fabio esta en constante exploración y revisión de las tendencias y derivas actuales del ejercicio artístico. Su trayectoria internacional le ha llevado a vivir en New York, Francia, England, España (escuela Massera), Israel o visitar países como Rusia, Italia, Marruecos, etc. Su figura como artista es un referente en Centroamerica y forma parte de la historiografía oficial del arte en Costa Rica.

ANA ISABEL MARTÉN | EL HOYO Y LA PIRAMIDE

EL ESPEJO

Ana Isabel Martén, como creadora, siempre se ha interesado por cuestiones relacionadas con la energía, desde ópticas y narrativas de los nuevos medios, sus trabajos de videoarte, se caracterizan por la reflexión de la luz, las arquitecturas geométricas y sus derivas científicas de longitud de ondas tanto lumínicas, del color o el sonido. La experiencia que nos propone en esta instalación, es una dualidad de salas que ejecutan una inmersión en los efectos vibracionales.

Su elección de las imágenes bajo un criterio plástico, derivan finalmente en un postulado conceptual, armando la obra de una manera lúdica e invitando al espectador a la inmersión con las imágenes lumínicas. El videoarte de Martén  explora el universo experimental que parte desde un punto de vista, habitualmente de un hecho natural, recreando las formas en una experiencia emocional, completada con la percepción y receptividad de cada espectador.

El paisaje al igual que sus compañeros de este viaje Tres nombre propios” es parte de su posicionamiento estético. Según sus palabras propias –Vivo en un país donde la naturaleza y el paisaje son imponentes y todavía presentes. Filmo imágenes del entorno y la naturaleza por donde viajo y las fusiono creando un nuevo lenguaje visual que se completa con el sonido”.

Ana Isabel Martén descubre el paisaje como una experiencia liberadora, conecta filosóficamente con los Sintetistas y abre conciencia de que la vida que le rodea, está en constante cambio y que ese cambio es uno con el ser humano. La impronta estética de Martén, comulga de alguna manera con sus compañeros de viaje desde una perspectiva de preocupación de orden filosófico, humanista de conciencia planetaria. El lenguaje audiovisual, desde el orden instalativo ejerce su potencialidad con la injerencia ante la lente de los proyectores de un dispersador de la narrativa, adentrándose en los llamados narrativas expandidas. Juega Martén con la ley de Snell donde junto a la reflexión del haz de luz proyectado se multiplica con el choque de trayectoria y genera una multiplicidad de planos de reflexión que operan con la talla del cristal que rota sobre un mismo eje delante del proyector. La aberración lumínica es en sí otra manera de articular un discurso dentro del campo geométrico que opera en todas sus creaciones. La imagen de la que parte se concentra en un marco opresivo que articula una secuencia geométrica que abre la oportunidad de trabajar con la longitud de ondas que finalmente son sometidas a una política de oportunidades para generar un espejismo cuántico donde todo sucede aparentemente en el mismo plano, pero no en el espacio tiempo.

MARIO MAFIOLI | EL HOYO Y LA PIRAMIDE

Mario Maffioli genera esta cartografía de un paisaje concreto dentro de los parámetros del arte contemporáneo que pertenecen a su lenguaje personal. Materialidades mixtas de técnicas sometidas a la revisión y reflexión del paisaje como eje y discurso del lenguaje modernista que lleva ejecutando en los últimos años de su etapa creativa. Ingesta de parámetros tricromáticos estas obras han sido realizadas durante un tiempo Covid. Su paisaje personal esta condicionado por el marco físico de las ventanas de su vivienda. Un territorio cotidiano, íntimo que busca un desahogo formal en un tiempo confinado a la espera. Pudiera sentirse conectado con la mística contemplativa, un advenimiento reflexivo que bebe del más puro discurso de la tradición Europea del arte. Sus trabajos se confeccionan con el mestizaje de materiales y técnicas, impresión digital, spray, acrílico y fieltro que operan dentro del discurso común con sus compañeros de exposición. Es la obra de Maffioli remanente de una idiosincrasia personalísima pero muy conectada a los discursos actuales de arte actual. Opera no solo en la forma, sino en la estética que podría considerarse universal, alejada de la mirada localista de otros artistas Costarricenses. Es la vocación de un artista apegado a su tiempo y que opera en la malla internacional de los discursos que podemos encontrar en las grandes bienales del mundo (la Documenta de Cassel, Venecia,  Sao Paulo) etc. Su trabajo es un eco que resuena y que apela a un estadío común de la existencia en los tiempos que la máquina de las sociedades se paralizó como consecuencia de la pandemia. Hay una incertidumbre que invita a la escucha, a mirar de dentro a afuera, de mirarse en la otredad, de interiorizar el paisaje interno desde la conciencia de que el arte es política y su influencia universal. Su obra en el aspecto formal se desborda del marco para adentrarse en las teorías de las arquitecturas menores, habitar la grieta, reflexionar de manera expandida sobre dónde empieza la obra creativa y dónde el soporte se hace parte de la obra. Con esta premisa, el artista invita a desactivar la convención del cubo blanco y permite avanzar hacia un hilo conductor con el resto de instalaciones que acompañan a esta singularidad de Tres nombres propios”.