Julio Ovejero

Estudio Julio Ovejero

Nacido en San Miguel, provincia de Buenos Aires, aunque desde muy pequeño vivió en Mendoza. Inicia su formación artística en la Escuela Superior de Bellas Artes de la ciudad de Mendoza, Argentina, la antigua Academia Provincial de Bellas Artes de donde egresa como Profesor de Dibujo y Pintura. Es Aparejador y maquetista de arquitectura. Miembro del Grupo Pro-Arte y Cultura. Miembro del Grupo de Linda De Sousa.(España)

Andrés Cáceres, escritor y crítico de arte manifestó en una nota en la sección cultural del periódico Los Andes de Mendoza: “Si algo caracteriza a Ovejero es la elegancia, el buen gusto, cierta temperancia en el cromatismo y un ordenamiento de luces y poses nunca del todo realista, pero sin elementos gratuitos. La fantasía, lo irreal o lo onírico siempre están en función del contenido y por sobre toda otra consideración, están la plasticidad y el efecto visual del conjunto”.

Ovejero establece un equilibrio entre la expresión, la fuerte necesidad de expresarse y la posibilidad de plasmarla en forma accesible. No le interesa proponer incógnitas sino ofrecer un retazo de vida urbana, reconocible, aleccionadora y que sea, por sobre todo, otra consideración, arte genuino.
Ovejero vive en Madrid desde 1977 junto a su esposa Susana Blanco. Su despedida, entonces, fue una primera exposición individual en la sala «Goya» de Cultura Hispánica. Anteriormente, había expuesto en forma colectiva con el «Grupo Plástico Numen», tanto en Mendoza como en Buenos Aires, Viña del Mar y Río de Janeiro y Estados Unidos. En 1986 presentó una muestra en la desaparecida galería «La Brocha», Mendoza.

 

Sus muestras se multiplicaron y viajaron por toda España, Francia, Italia, Alemania, Japón, Estados Unidos, Venezuela, Colombia, Brasil y Cuba. A los premios que tenía en Mendoza se sumaron otros de carácter internacional y comentarios importantes de críticos europeos
«Ovejero resuelve con el mismo talento lo figurativo y lo abstracto y consigue que el lenguaje plástico sea elocuente y valga por sí mismo, más allá de la anécdota, que no falta y funciona secundariamente. Sus cuadros son de la más alta calidad y ofrecen una poesía lírica con leve tensión dramática en un caso y en otro, sensualidad y musicalidad. En conjunto se aprecia una sólida materia, tal como ocurre cuando la composición está elaborada con seriedad y capacidad y los rasgos, como en este caso, poseen la soltura gestual de la mano hábil guiada por una luminosa intuición”.
«Si a ello agregamos la limpieza del color, la sobriedad de los contrastes y las delicadezas de tonos, semitonos degradée y transparencias, cabe concluir que Ovejero, además de un notable pintor, es un artista pleno, que trabaja con decidido amor por lo que hace».

De sus cuadros exhibidos en Madrid a mediados de 2004, escribió en la revista especializada ‘El Punto de las Artes’, Leticia Martín Ruiz: «La unión de Ovejero con la cultura hispánica ha quedado patente en multitud de muestras realizadas desde el final de los años setenta y los ochenta en nuestro país. Un artista, que ha vivido y trabajado con su corazón dividido entre dos mundos y dos culturas, que nunca ha olvidado de dónde viene y que no pone límites a su posible futura meta».
Así como tuvo una época abstracta, pero siempre a partir de la realidad, de modo que cada cuadro podía asimilarse al paisaje, a la figura, a las edificaciones, a objetos o a espacios inexplorados, nunca sintió que lo figurativo y lo abstracto fueran opuestos excluyentes, dogmas inequívocos de credos divergentes.
No hubo un regreso a la figuración porque nunca la dejó definitivamente, pero aprendió muy bien las lecciones del expresionismo abstracto y basta un repaso de lo producido de entonces a la fecha para apreciar la diversidad de técnicas, el ajuste cromático, la convicción narrativa,
la riqueza expresiva y la misma impronta cualitativa de su estilo.
Ni misticismo ni rebeldía, sino un disfrute y una alegría de vivir, con ornamentos que complementan una narración inquietante, que convoca, a la vez, al misterio y a la nostalgia.

Optimista jovial, observador crítico y perspicaz, Ovejero nos deleita, últimamente, con la poesía elegíaca del tango, su extrañamiento, su impulso vital, su sensualidad arrebatadora y esa imponderable sensación de tener el alma suspendida cuando suena la música inefable de Buenos Aires.

En una de sus últimas muestras en Madrid (2011) en Galería Orfila, el escritor y crítico de arte, Antonio Leyva, dijo de la obra de Ovejero: “La incertidumbre, la simulación, lo reprobable que debe ser ocultado, lo que degrada o corrompe o ridiculiza o enternece -convicciones, creencias, afinidades – son los componentes perturbadores de la pintura de J.C.O. La capacidad del color para expresar estados de ánimo, para vitalizar la materia inerte, para sustanciar lo que es sólo estética por dogmática definición, mediante la proyección sobre esa estética de las conturbaciones y desasosiegos que acompaña al ser humano”. ”….La elocuencia plástica de su lenguaje pareciera provenir de los hallazgos del expresionismo abstracto en el que por algún tiempo militó, si bien pronto lo dramáticamente tensional, impregnado de incitaciones sensuales, en ocasiones resuelto mediante planos-secuencia que sirven a lo narrativo del conjunto, se impondrán al optimismo atildado y falsamente progresista, impostor y convencional, que trata de insensibilizar hasta la piel que envuelve nuestro esqueleto”.