25 Febrero – 17 Marzo
Migraciones, de Carlos Rivera, es un canto y un homenaje a ese viaje -casi siempre trágico – que muchas y muchos hicimos un día. En esta obra, suerte de escritura sobre ese trasiego doloroso, ahora redimido en colores, existe una cuestión de sentidos y de derivaciones conceptuales y tropológicas sobre las que sería oportuno reparar. Y es el hecho mismo de que las aves son, por antonomasia, sujetos migrantes. Su viaje, como el nuestro (como el de Carlos y el mío), no termina nunca. Desde aquel día en que dijimos adiós a nuestro suelo, alegoría de lo materno, la vida acontece como juego de azar, como especie de ajedrez en el que cada decisión pone a prueba los límites de la ilusión y sus altos costes. Desde ese día todo dejó de ser certeza, seguridad y protección para convertirse en prueba y error, en hallazgos y en pérdidas, en sueños y en lágrimas tatuadas en la piel. Desde ese día, insisto, la vida (la nuestra) se traduce en abecedario cubista que dispensa el acertijo y la oscilación. Tuvimos que aprender (Carlos, seguramente diría “madurar”) que la legitimidad de todo valor reside, justo, en la capacidad de discernimiento que nos otorga el saber distinguir entre lo fútil/transitorio y lo irremplazable. Tuvimos que aprender, con mayor o menor violencia, a reducir el espectáculo de luces, las promesas y la mascarada de las apariencias a la sintaxis de lo concreto, a un espacio extraño de equivalencias donde el dolor y la alegría efímera pudieran convivir en su vuelo, en su fuga, en su perpetuación eterna. Estas aves no tienen alas, no les hace falta. Su vuelo no se contenta con la manifestación de lo evidente y palmario. Su vuelo ocurre en otra dimensión, acaso más importante, de nuestro ser. Ese vuelo atraviesa el prejuicio social, desplaza el lugar de los asalariados autómatas, desautoriza la mirada estéril y revaloriza el lugar de las ambiciones más íntimas. Ese vuelo, reitero, abandona complacido y feliz los ámbitos de la demostración para tener lugar -únicamente- en los espacios interiores de la redención y de la emancipación.
Andrés Isaac Santana.